El Olivo de los Condenados

Jose Pedro Hernández Medina

Dijeron que el olvido se hallaba en la obscuridad que se extiende a través de las Llanuras Negras. Más la verdad es que el olvido se expande, única y exclusivamente, a través de la grieta que se halla esculpida en el cuerpo de ese dichoso olivo… El Olivo de los Condenados…

En un lugar remoto, donde apenas llega la luz del sol, se encuentra un rayo de luz constante. Que cae sobre un enorme árbol de gruesa envergadura grisácea y hojas perennes color verde apagado. Se desconoce qué edad tiene este árbol, de lo único que existe consenso alguno es que supera el milenio y tampoco hay quien entienda cómo llegó allí. Pues el lugar circundante es una árida zona de color negruzco que abarca más de cincuenta kilómetros a la redonda.

Este misterioso y antiguo árbol, es el denominado Olivo de los Condenados. Se le llama así pues todo el que lo ha visto alguna vez, ha acabado desapareciendo sin dejar rastro en el plazo de unos pocos meses. Es por ello también, que a las Llanuras Negras que lo bordean se les denomina igualmente “Llanuras del Olvido”.

Son un lugar prohibido y misterioso, donde solamente los más valientes se aventuran adentrarse. No obstante, en los últimos años son muchos los que han osado desafiar a su suerte y penetrar en el lugar. Pues se rumorea que el gran olivo, tiene una grieta en su tronco de la cual exhuma una savia milagrosa que es capaz de curar cualquier enfermedad.

También es debido a ello que mi hermana y yo no tuvimos más remedio que desafiar ese tormentoso lugar. Aun así, jamás hubiéramos imaginado lo que nos encontraríamos al pasar a través de la grieta en el olivo…

Era una fría noche de otoño cuando mi hermana menor empezó a toser incontrolablemente de madrugada y excretaba sangre desde lo profundo de su garganta. Desconocíamos qué era lo que le ocurría o a qué se debía. Pero sabíamos que ya era la tercera noche seguida en la que se encontraba en semejante situación y que ningún médico de los alrededores sabía cómo solucionar el problema.

Por el día ella se hallaba fuerte y deslumbrante como si jamás hubiera padecido ningún mal, sin embargo, al caer la noche sucumbía a su extraño pesar. Nos sentíamos impotentes e incapaces sobre qué hacer para paliar su sufrimiento, pues no hallábamos razón alguna para su malestar continuado. Aun así, éramos conscientes de que cada día que transcurría su situación empeoraba enormemente.

Viendo que la situación se transmutaba insostenible, acordamos que la llevaría ante el Olivo de los Condenados y que tomaría la savia del árbol. Era nuestra última esperanza, el único remedio que nos quedaba por contemplar para así solventar su problema.

Una vez que todo se hubo decidido, que todo ya estaba acordado, recogimos nuestros equipajes y partimos de camino a las Llanuras Negras en el este. Caminamos durante días enteros sólo parando a descansar cuando la enfermedad asaltaba a mi hermana en las noches.

Llegamos al borde de las Llanuras del Olvido al amanecer del noveno día, el ambiente se ceñía sobrecogedor. Un viento gélido y amenazante, como nunca antes había sido capaz de contemplar en toda mi vida, se clavaba en lo más profundo de mi alma al apreciar la negrura de estas tierras.

Mell se había quedado inconsciente debido a los dolores durante la noche y como no quedaba demasiado para llegar, incapaz de soportar verla sufrir, tomé la decisión de cargarla los pocos kilómetros que quedaran hasta que ella se despertara.

Con ella cargada en mi espalda avancé hacia la negrura espesa que se hallaba frente a mi persona y tras los primeros pasos sentí como si mi cuerpo se quedara vacío en espíritu y coraje. De no ser por el amor y el aprecio hacia mi pequeña hermana, jamás habría sido capaz de adentrarme en este desolado lugar.

Además mi temor se veía acrecentado, pues había escuchado las historias en mi pueblo; personas que entran para nunca regresar, gente que vuelve sin recordar nada o simplemente caminantes que tras su regreso nunca vuelven a ser los mismos hasta que simplemente desaparecen sin más en mitad de la noche.

Toda aquella persona que había conocido hasta el momento siempre había considerado las Llanuras Negras como un tema tabú del que ni siquiera estaba permitido hablarles a los niños. No fuera a ser que, por ignorancia, estos pudieran decidir acercarse en el futuro a este desdichado lugar.

Extrañamente a medida que avanzaba me di cuenta del hecho de que mi hermana no había despertado aún y ya era mediodía. Había recorrido más de ocho kilómetros desde que nos adentramos en las llanuras y ella permanecía inconsciente todavía. En un principio pensé que debía deberse al cansancio acumulado derivado del viaje.

Sin embargo, a medida que avanzaba el día y el sol subía en lo alto, mi angustia se alzaba a su vez. Decidí depositar a Mell en el suelo y tratar de despertarla, más no me esperaba lo que sucedió a continuación.

Melissa se despertó de inmediato cuando traté de hacerla despertar, además estaba extrañamente activa y se le veía muy vivaz, como si nada hubiera ocurrido. También habría que añadir que la noté inusualmente feliz. Un estado de ánimo en el cual normalmente no se encontraría alguien que lleva padeciendo una enfermedad desde hacía ya doce días.

No obstante, consideré que ese no era momento para preocuparnos por las pequeñeces adyacentes y que deberíamos proseguir nuestro camino aprovechando su pertinente actividad. Descansé durante media hora para recuperar fuerzas y luego proseguimos con nuestro camino.

Los siguientes dos días transcurrieron sin grandes percances hasta que llegamos a nuestro destino. Poco a poco me fui acostumbrando al lúgubre terreno de los alrededores y al árido paisaje.

Cuando estábamos a siete kilómetros de distancia ya se podía observar la figura del gigantesco árbol a lo lejos y el rayo de luz cayendo desde los cielos. Parecía como si los propios ángeles lo hubieran sembrado en este horripilante lugar, para así acabar con los males circundantes.

Nos fuimos acercando cada vez más y más, hasta que el olivo ya era completamente discernible y llamarlo gigantesco podría considerarse un eufemismo teniendo en cuenta su tamaño.

Íbamos a entrar en el círculo de luz cuando a Mell le dio un ataque de dolor y tuvimos que detenernos, ese día decidimos pasar la noche en el lugar donde nos encontrábamos. Esta había sido la primera vez que le dio un ataque durante el día.

A la mañana siguiente proseguimos nuestro camino y llegamos hasta el tronco del olivo. Este poseía una enorme grieta, tan grande que se podría pasar a través de ella y de esta grieta exhumaba savia de color ámbar. Sin embargo, la grieta no traspasaba el árbol de lado a lado, sino que se encontraba en uno de sus costados únicamente.

Me abalancé sobre el árbol y llené un pequeño frasco, que había traído para la ocasión, con su savia. Después de completar el proceso volví al lado de Melissa y le entregué el mismo. Ella lo recibió con una sonrisa resplandeciente y empezó a beberlo de inmediato.

Una vez que hubo terminado de beberlo, ella me confesó que se sentía mucho mejor y que el lugar le hacía sentirse muy tranquila. Me preguntó que si podríamos quedarnos esa noche al lado del Olivo de los Condenados y luego regresaríamos a casa al día siguiente. Ignorante yo, decidí acceder a su petición y esa noche acampamos allí.

A media noche, cuando todo estaba obscuro, empezó a deslumbrar algo desde la grieta del olivo. Me desperté debido al resplandor y cuando me di cuenta, pude ver que mi hermana no se hallaba a mi lado. Por el contrario, ella estaba al lado del árbol. Me observaba con una sonrisa frívola carente de emoción y muy diferente de su natural sonrisa cálida.

Cuando me percaté de que algo extraño pasaba decidí preguntarle sobre lo que estaba haciendo. Le dije que viniese a mi lado, que algo raro ocurría y que la grieta parecía peligrosa. En cuanto escuchó mi nerviosismo al contrario de todo lo que había previsto, ella no sólo no vino a mi lado, sino que empezó a reír a carcajadas.

Me confesó que ya no era mi hermana, sino un espíritu del olvido, que mi hermana había desaparecido hace días y que ahora pertenecía a las Llanuras Negras. Esa savia que le había otorgado en la mañana solamente había ayudado a que eliminara para siempre a mi hermana. Y que ahora regresaría a través de la grieta en el olivo para encontrarse en El Olvido con sus compañeros, los cuales viven apoderándose de los cuerpos y devorando las almas de los humanos.

Además, me confesó que los males de Melissa habían sido causados por él desde el principio. Que se había encontrado con Mell hacia un mes y desde entonces cada noche luchaba para apoderarse de ella y cuando escuchó sobre nuestra idea de llevarla al Olivo de los Condenados aplaudió nuestra ignorancia. Pues el propio nombre indica que jamás deberíamos habernos acercado a este lugar.

Todo el que se acerca al olivo acaba desapareciendo en el olvido, es algo que todo el mundo sabe y a lo cual deberíamos haber hecho caso, si de verdad apreciábamos nuestras vidas.

No podía creerlo, no solamente no había conseguido salvarla, sino que además mi propia ignorancia la había condenado a un destino horrible.

El ente, una vez me hubo explicado la situación, me confesó asimismo que no me devorarían, por el momento, solamente como agradecimiento por la increíble comida que le había traído hasta la puerta de casa. Después de eso, atravesó la grieta a través del olivo y desapareció de mi vista.

En ese momento no podía entender que estaba ocurriendo, me encontraba en shock y sentía que se me había roto el alma en mil pedazos. Ya, ni mi vida tenía sentido porque ni siquiera sabía cuánto más viviría tras este infortunado encuentro.

En consecuencia, hallé en mi interior las fuerzas necesarias para salir de allí, llegar hoy hasta vosotros y comentaros; “Pase lo que pase, ocurra lo que ocurra, nunca debéis ir hasta el Olivo de los Condenados, pues allí solo se encuentra El Olvido…”.